miércoles, 21 de enero de 2009

Introducción a: Crisis y violencia como continuidad histórica


José Raúl Linares Pérez

Convivir en estos momentos con la violencia parece algo cotidiano, en todas partes se ve impregnado algún rastro de ella. En la calle, la gente camina con temor a ser la presa, la acción política emancipadora se ve atenuada por su presencia. En los discursos de los gobernantes, la beligerancia y la “lucha” por combatir al imperio de ésta, parecen ser discusiones en donde el sentido de las palabas pierden su significado. En los medios de comunicación masiva, la insistente repetición de frases como “daños colaterales”, “lucha contra el terrorismo”, “lucha contra el narcotráfico”, “seguridad”, “vigilancia”, “toque de queda”, “genocidio”, “firmeza”; se convierten en referencias de que la humanidad está presente dentro de algún espacio “civilizado”, nos hemos acostumbrado a ellas y las nuevas generaciones se apropian de estas con franca simpleza.

La propagación de internet y de nuevas tecnologías mueven imágenes en muy pocas fracciones de segundo, en el “horario estelar” se transmiten imágenes de la guerra. El enemigo no es muy claro, en ocasiones estos pueden tomar la apariencia de indígenas, homosexuales y lesbianas, jóvenes, musulmanes, vascos, madres y padres de familia, niños, trabajadores, comerciantes, migrantes, en fin simples ciudadanos. Por las mañanas los periódicos no sólo traen noticias que atañen a muchos sectores de la población, todos, incluyendo los que se dicen ser de izquierda, se han convertido en portadores de la nota roja.

La batalla en contra del “otro”, renueva aquella premisa con la que los conquistadores europeos trajeron y llevaron la “civilización” a América Latina, a África o Asia. Algo que emulaba un discurso parecido a este: “Lo distinto es bárbaro, es extraño, necesita ser civilizado, sometido, puesto y juzgado ante el poder supremo, puesto en vigilancia, bajo observación, no para entenderlo si no para someterlo, su salvación radica en su capacidad de auto negación y autodestrucción, si no lo logra, nuestra armas siempre estarán a su servicio”.  

Para asegurar una perfecta aplicación de la negación, la amenaza debe de convertirse en el primer aspecto de la destrucción de lo distinto, el enunciado funciona como la primera acción que puede secularizarse, hacerse tangible. Para esto, la necesidad de mecanismos de vigilancia se han multiplicado por todos lados y, cuando en algún momento se necesito la imagen de Dios como el ojo que todo lo ve, lo oye y lo juzga, hoy ha sido sustituido por la tecnológica observación panóptica de la ciudad. Cámaras de video confirman que todos son sospechosos y pueden dejar de serlo hasta que comprueben lo contrario. La sustancia de la violencia, se matiza con el lenguaje de la “democracia”, los “derechos humanos”, la “libertad”.

Hace algunos años cuando inició la Guerra contra Irak, el ex presidente de Estados Unidos, George W. Bush, dijo algo que es vital para comprender el aspecto que le da sustancia a este tiempo. Se refirió al inicio de esta invasión como una batalla contra los terroristas, califico a este acto como un regalo de la idiosincrasia norteamericana y finalmente pronunció las palabras clave: “esto es una cruzada, o están con nosotros o están con los terroristas”. Cuando decía esto, el fétido olor de la guerra era ya la sentencia que no terminaría a corto plazo, niños, mujeres, hombres, ancianos, recibían –como ha sido desde hace bastante tiempo– el regalo de occidente envuelto de pólvora, fuego, sangre, sin faltar los “buenos modales”.

Podríamos pensar en la herencia de esto que parece pasado, pero que se renueva constantemente. Mientras que los enemigos se convierten en personajes obscuros, distantes, objetos; los “salvadores” llevan el evangelio del nuevo Dios que todo lo ve, que en todos lados está, no lo suelen llamar capitalismo, si no libertad. Pero al final si hacemos un resumen del curso de la historia, no podríamos estar más de acuerdo con las sabias palabras de Aimé Césaire, cuando dijo en su Ensayo sobre el colonialismo, algo que podría no perder ninguna vigencia:

¿Seguridad? ¿Cultura? ¿Juridicidad? Mientras tanto, miro y veo, en todos los lugares en donde veo colonizadores y colonizados cara a cara, la fuerza, la brutalidad, la crueldad, el sadismo, el golpe, y, como parodia, la empresa cultural, la fabricación apresurada de algunos millares de funcionarios subalternos, de empleados domésticos, de artesanos, de empleados del comercio y los intérpretes necesarios para el buen funcionario del comercio. (1)

Y es precisamente en estos tiempos cuando el ejército israelí irrumpe en la vida civil de los palestinos, que la elocuencia del viejo poeta francés toma forma objetiva. Cuando la fotografía de un grupo de niños hincados, con los ojos clavados al suelo en donde yacen los cuerpos muertos de dos pequeños bebes, ambos envueltos en sabanas blancas y con los rostros llenos de residuos de sangre seca, da la vuelta al mundo (Periódico La Jornada, 6 de enero del 2009). Cuando miles de personas protestan contra el bombardeo sionista en la franja de Gaza. Cuando caen sin vida miles de cuerpos en todas las partes del mundo, incluido nuestro propio país. Cuando en la agenda de los gobernantes se encuentra como prioridad, el rescate de los intereses de los grandes consorcios que originaron una crisis de escalas globales y para lograr esto, se externaliza la crisis en todas sus manifestaciones hacia todos los trabajadores. Cuando los jóvenes griegos lanzan bombas molotov en lugar de risas y diversión, cuando a los indígenas neo zapatistas se les ha declarado una guerra de baja intensidad, ejecutada por paramilitares. Cuando en todos los rincones del planeta miles de personas padecen los dominios del capitalismo. Cuando el caos, es el “nuevo orden mundial”. Cuando a pesar de tratar de vivir en paz, el dolor nos envuelve como un torbellino, manejando nuestro cuerpo a su antojo
¿De qué y cuántos lados proviene la violencia? 


(1) Aimé Cesaire, Ensayo sobre el colonialismo, Ed. Akal, Madrid, Fecha desconocida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario